17 agosto 2012, Rebelión http://www.rebelion.org (México)
Gideon Levy
Haaretz. Traducido para Rebelión por J. M.
Algunos instigadores de la guerra son cínicos, otros mesiánicos, otros son la voz de su amo y algunos son sinceros en sus creencias. Sólo quieren guerra, otra guerra.
Cualquier guerra, y nos están llevando hacia otra a una velocidad alarmante, comienza con sus instigadores. Sus motivos y roles no son homogéneos, pero su trayectoria es inmutable y se sabe de antemano: son partidarios de la guerra, de todas las guerras (o de cualquiera otra acción violenta), en cualquier oportunidad.
En primer lugar inflaman la satanización y siembran el miedo y la paranoia, con el Holocausto y un segundo holocausto siempre en segundo plano. A continuación lanzan una campaña de predicación para convencer a la gente de que no hay elección, de que hay-que-hacer-algo. Golpean los tambores de guerra e instan a su puesta en marcha.
Cuando por fin estalla, comienza la etapa de los vítores y la incitación: aprietan, golpean, expanden, profundizan, cañonean y bombardean, duro y más duro. Cuando crece el fracaso, otro fracaso más, transpiran y abruptamente se convierten en los primeros en exigir investigación, disparando, proscribiendo y dibujando conclusiones. Los belicistas nunca asumen la responsabilidad, nunca renuncian, nunca se arrepienten. Hasta la próxima guerra. Así fue en las vísperas de las dos guerras del Líbano. Así fue en vísperas de la Operación Plomo Fundido, y lo mismo ocurre ahora.
Cierto, esta vez su número es inferior a lo habitual y la facción que se opone a un ataque a Irán sigue siendo considerable. Pero en los últimos días la voz de los belicistas ha crecido más fuerte, quizá otra prueba de que la guerra es inminente. El viernes, por ejemplo, el Canal 2 de Noticias, también conocido como “el campo de fuego tribal” y el único que transmite noticias en la víspera del sábado, se unió al coro. La movilización de esta emisora en apoyo de un ataque a Irán podría convertirse en el factor decisivo. En el menú, como de costumbre, había una peligrosa combinación de paranoia, beligerancia y megalomanía, esta vez en proporciones sin precedentes. Un Irán nuclear es claramente otro Holocausto, así lavan el cerebro del espectador.
Incluso aunque 1.000 expertos estén de acuerdo en que bombardear Irán sólo puede retrasar su nuclearización durante un tiempo, nada disuadirá a los belicistas. ¿Un pequeño retraso? Lo principal es el ataque. Israel es una potencia, dicen, que puede y debe protegerse a sí misma y por sí misma. En un momento Israel es un Estado al borde de la destrucción y al siguiente es un Estado poderoso. Lo que sea. Ni siquiera tratan de explicar la contradicción.
Siguiente. Un Irán nuclear, incitará a otros estados de la región a obtener armas nucleares, dicen. Como si no hubiera en la zona ningún estado, aparte de Irán, que comenzó la carrera nuclear. Una bomba iraní, a diferencia de cualquier otra bomba nuclear del mundo, está diseñada para utilizarla, no como medida de disuasión, porque como todo el mundo sabe los iraníes son chiíes terroristas suicidas.
Y como si todas estas falaces hipótesis no fueran suficientes, a continuación sacan la carta de triunfo: Hay que derrocar al régimen de Irán y bombardeando las instalaciones nucleares se avanzará en el cambio. Cierto, el verdadero problema de Israel es el régimen iraní, no su bomba. Pero no nos engañemos, eso es algo que Israel nunca podrá cambiar.
Esto es malo, la antigua megalomanía de Israel. Después de que se propuso cambiar la mitad de los regímenes de los estados árabes, ahora planea hacerlo también en Irán. Una vez quisimos establecer un Estado druso en el Líbano; a continuación queríamos entronizar los cristianos en una sola guerra y acabar con Hizbulá en otra. En Gaza nos propusimos sacar a Hamás del poder, por la fuerza naturalmente. Sólo que no salió tan bien. La Operación Plomo Fundido, destinada a derrocar de Hamás en la Faja de Gaza, impulsó en la organización su estímulo más importante. Del mismo modo el dirigente de Hizbulá, Hassan Nasrallah, tiene con Israel una gran deuda por la segunda guerra del Líbano, cuyo único resultado fue el asentamiento de su poder.
Ahora la promesa de los belicistas es "vamos a extirpar" a los ayatolás. Usted debe admitir que hay una considerable paranoia patológica aquí. El bloque intimidatorio, el que piensa que todos los problemas deben resolverse con la fuerza y sólo con la fuerza, también cree en su derecho y su capacidad para cambiar los regímenes como si fueran calcetines. Hace dos días en el Líbano, ayer en Gaza, mañana en Irán. Pero para nuestra desgracia la mayoría de los expertos dice que un bombardeo israelí aplastaría a la oposición iraní, uniría a la población bajo el régimen actual y aumentaría su motivación para obtener armas nucleares. Y esta vez, tras un ataque israelí, con más legitimidad.
Los belicistas saben todo esto. Algunos son cínicos, otros mesiánicos, otros son la voz de su amo y algunos son sinceros en sus creencias. Sólo quieren guerra, otra guerra.
Fuente original: http://www.haaretz.com/opinion/the-hour-of-the-warmongers.premium-1.457523
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