Atilio
Borón
Doutor
em Ciência Política pela Harvard University. Professor titular de Filosofia
Política da Universidade de B. Aires, Argentina. Director del PLED, Programa
Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales
Adital
Quienes condenen la nueva agresión perpetrada por
Israel en la Franja de Gaza se exponen a recibir una reiterada descalificación:
"antisemita”. Para esos inveterados racistas cualquier crítica a las
políticas genocidas del Estado de Israel, cualquier denuncia de sus atrocidades
y de su barbarie sólo puede nacer de un intenso odio al pueblo judío. Tamaña
confusión entre pueblo y régimen político no es casual ni gratuita. Constituye,
en cambio, el absurdo chantaje metódicamente utilizado por la derecha
reaccionaria israelí y sus aliados en el imperio para desacreditar cualquier
denuncia de los crímenes del estado de Israel y de su suicida curso de acción
que, en el largo plazo, tendrá como víctima al propio pueblo judío. Esta
postura para nada es exclusiva de los fascistas israelíes: recuerda la que
adoptaban sus congéneres argentinos cuando calificaban de "campaña
anti-argentina” las críticas que desde dentro y fuera del país se dirigían en
contra de la dictadura terrorista cívico-militar que sembró destrucción y
muerte en la segunda mitad de los años setentas. Ellos también equiparaban
maliciosamente pueblo y gobierno -como hoy lo hacen los racistas judíos- para
desvirtuar cualquier ataque contra el Estado terrorista como si fuera una
agresión al pueblo argentino. En ambos casos lo que se pretende es defender a
un régimen político nefasto que, en el caso de Israel, ha sido denunciado por
eminentes personalidades de la comunidad judía, dentro y fuera de ese país. Son
conocidas–pese a ser silenciadas oficialmente- las dudas que Albert Einstein y
el gran filósofo judío Martin Buber abrigaban en relación a la forma concreta
que estaba tomando la creación del estado de Israel ya en sus primeros años de
vida. Poco antes del desencadenamiento de la operación "Pilar Defensivo”
Noam Chomsky informaba sobre lo que pudo ver en su en su reciente visita a la
Franja de Gaza, y sus críticas fueron demoledoras. Puede accederse al video
correspondiente en: http://www.democracynow.org/2012/11/14/noam_chomsky_on_gaza_and_the
La lista de eminentes judíos disconformes con las
políticas del estado israelí sería interminable: Daniel Barenboim y su noble
cruzada pacifista con el palestino Edward Said se nos viene inmediatamente a la
mente, lo mismo que el vibrante testimonio de Norman Finkelstein, un politólogo
estadounidense, hijo de sobrevivientes de los campos de concentración del
nazismo, quien en una conferencia ofrecida en 2010 en la Universidad de
Waterloo (Canadá) dijo que "No hay nada más despreciable que usar el
sufrimiento y el martirio de ellos (quienes murieron en campos de
concentración) para justificar la tortura, la brutalidad, la destrucción de
hogares que Israel comete a diario con los palestinos. Por lo tanto me niego a
ser presionado o intimidado por sus lágrimas de cocodrilo (en referencia a una
de las asistentes a su conferencia)”. Este pasaje de su presentación en la
Universidad de Waterloo puede verse en: https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=gE8GESi35Yw
A lo anterior podrían agregarse las múltiples
organizaciones judías que rechazan esa espuria identificación entre pueblo y
régimen. Una de ellas, denominada Jews for Justice for Palestinians. Two
peoples-one future, tiene como divisa una cita del Rabino Hillel, del siglo
I antes de Cristo, que para horror de los ultraortodoxos de hoy día reza así:
"Lo que no quieras para ti no lo hagas a tu vecino. Esto es toda la Torah.
El resto son comentarios”. Hillel se anticipó nada menos que en 1800 años al
célebre imperativo categórico que popularizara Immanuel Kant: "Actúa sólo
de forma tal que la máxima de tu acción pueda convertirse en una ley
universal”. Por supuesto que no serán las enseñanzas de aquel sabio judío o las
del filósofo prusiano las que vayan a asimilar Netanyahu, su fascista canciller
Avigdor Lieberman y los halcones israelíes; escucharán más bien los torpes
balbuceos de algunos decrépitos sucesores de Hillel, movidos por un odio
inconmensurable hacia el pueblo de cuyas tierras se apoderaron, los palestinos,
y de los cuales in pectore se pone en duda su misma condición humana.
Lo anterior permite comprender las razones por las que
el gobierno de Israel pudo movilizar sin escrúpulo alguno su infernal máquina
guerrera contra un pueblo indefenso, sin ejército, sin aviación, sin marina de
guerra, sin status internacional reconocido, bloqueado por aire, tierra y mar,
imposibilitado de recibir ayuda externa (medicamentos, alimentos, ropa, etc.) y
encerrado "como animales en una jaula”, como lo recuerda Chomsky en la
entrevista citada más arriba. Pero hay algo más: según informa Walter Goobar el
periodista israelí Aluf Benn publicó en el diario Haaretz de este jueves
una nota en la que se asegura que Ahmed Yabari –el jefe militar de Hamas cuyo
asesinato desencadenó la violencia- era el "responsable del mantenimiento
de la seguridad de Israel en la Franja de Gaza”.En un giro por demás siniestro
de los acontecimientos Yabari no fue eliminado por ser un jefe terrorista como
dijo la propaganda sionista sino porque estaba negociando un acuerdo de paz.
Como asegura Goobar, "esta no es una afirmación retórica ni obra de una
maniobra de victimización de Hamás, sino que quien lo afirma es nada menos que
Gershon Baskin, un mediador israelí que llevaba y traía propuestas entre Yabari
y altos cargos israelíes”(1). Tiene sentido: ni el complejo militar-industrial
estadounidense ni el fundamentalismo racista israelí están interesados en lo
más mínimo en llegar a un acuerdo de paz en esa parte del mundo. La guerra es
un gran negocio y, a la vez, un recurso para tratar de estabilizar la
tambaleante situación geopolítica que impera en Medio Oriente. Además, en este
caso, esta operación casi no tiene costos para Israel porque no son dos
ejércitos los que se enfrentan -y que podrían infligirse daños relativamente
semejantes- sino una formidable fuerza militar que cuenta con todo el apoyo de
la mayor potencia militar en la historia de la humanidad y una población civil
acorralada e inerme, que lo único que tiene para repeler el ataque es el
voluntarismo de sus milicianos que mal puede equiparar la fenomenal desproporción
existente entre los armamentos de ambas partes. El recuento de víctimas de uno
y otro lado exime de mayores comentarios.
Con estos antecedentes a la vista es apropiado
caracterizar al estado de Israel como un "estado canalla”, que viola
flagrantemente, con el incondicional apoyo del amo imperial, la legislación
internacional, las resoluciones de las Naciones Unidas y el derecho de gentes.
Tal como lo subraya Finkelstein ningún chantaje de "antisemitismo” puede
disolver el carácter genocida de estas políticas; ningún ardid extorsivo, cuya
eficacia obedece a los imperdonables horrores de la shoah perpetrado por el
régimen nazi (y condonado por las potencias imperialistas de la época) puede
obrar el milagro de transformar el vicio en virtud o el crimen en bondad. Y
ante ello ningún hombre o mujer debe permanecer callado. El cómplice silencio
de los años treinta y cuarenta posibilitó el exterminio de los judíos en la
Alemania nazi. La comunidad internacional no puede incurrir otra vez en
semejante error, sobre todo cuando sabemos que los gobiernos de las principales
potencias, bajo la dirección de Estados Unidos, no harán absolutamente nada
para detener esta carnicería porque han sido desde 1948 hasta hoy cómplices y
partícipes necesarios de cuanto crimen haya cometido el estado de Israel. Si existe eso que algunos llaman la "sociedad
civil mundial” debe manifestarse, ahora, antes de que sea demasiado tarde.
Cerramos esta breve reflexión citando las actualísimas
palabras de León Rozitchner, un gran filósofo marxista, judío, argentino,
fallecido hace poco más de un año. Un maestro en el sentido más integral del
término, que en el "Epílogo” de un notable libro de su autoría, Ser
Judío, se preguntaba lo siguiente:
"¿Qué extraña inversión se produjo en las
entrañas de ese pueblo humillado, perseguido, asesinado, como para humillar,
perseguir y asesinar a quienes reclaman lo mismo que los judíos antes habían
reclamado para sí mismos? ¿Qué extraña victoria póstuma del nazismo, qué
extraña destrucción inseminó la barbarie nazi en el espíritu judío? ¡Qué
extraña capacidad vuelve a despertar en este apoderamiento de los territorios
ajenos, donde la seguridad que se reclama lo es sobre el fondo de la
destrucción y dominación del otro por la fuerza y el terror! Se ve entonces que
cuando el estado de Israel enviaba sus armas a los regímenes de América Latina
y de África, ya allí era visible la nueva y estúpida coherencia de los que se
identifican con sus propios perseguidores. Los judíos latinoamericanos no lo
olvidamos. No olvidemos tampoco Chatila y Sabra”.
Notas:
(1)Ver Walter Goobar,
"Los verdaderos blancos de Benjamín Netanyahu”, en Miradas al Sur
(Buenos Aires) Año 5. Edición número 235. Domingo 18 de noviembre de 2012. http://sur.infonews.com/notas/los-verdaderos-blancos-de-benjamin-netanyahu
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